Vías hacia educación por competencias

Vías propuestas para avanzar hacia una educación por competencias:

- Una prioridad sobre la que tenemos que trabajar y reflexionar los profesores es la naturaleza de lo que se enseña y lo que se aprende (como posibilidad para hacerlo explícito).

Si pensamos que lo que se enseña en las escuelas son conocimientos, habilidades, destrezas actitudes y valores y que cada uno de estos contenidos deben convertirse en competencias, los profesores deberíamos recordar cómo hemos aprendido estos tipos de conocimiento en nuestras propias vidas y tener claro que estos conocimientos son de diversa naturaleza y por ello se enseñan y aprenden de manera diferente; me detendré un poco en este aspecto para presentar algunos ejemplos:

Uno de los campos formativos del preescolar es el del desarrollo personal y social y una competencia a desarrollar en los niños es “aprende sobre la importancia de la amistad y comprende el valor que tiene la confianza, la honestidad y el apoyo mutuo” (SEP, 2004: 56); frente al adoctrinamiento que intenciona la educadora de nuestro registro inicial, la posibilidad de esta aula es enorme para el desarrollo de la competencia. Si apelamos a cómo hemos aprendido actitudes y valores como la honestidad, la confianza y la solidaridad a lo largo de la vida, estaremos de acuerdo que lo que se requieren son situaciones que nos impelen a actuar en ayuda de los otros, el apoyo de los adultos para hacernos reflexionar sobre lo que es valioso y sobre lo que no lo es y sobre todo una congruencia entre el juicio y el acto de los adultos que nos rodeaban. Las aulas que reciben a niños con discapacidad o con necesidades educativas especiales pueden aprovechar esto como un área de oportunidad para atender competencias vinculadas al desarrollo de actitudes y valores diversos; sin embargo, dichas oportunidades se vinculan a una posibilidad de reorganizar la vida del aula, el lugar social que ocupan estos niños y la relación y acciones de los profesores con estos alumnos y alumnas y con todos sus estudiantes en general.

Pensemos ahora en una habilidad que tengamos o en una destreza. Cualquiera de nosotros cuando utiliza la palabra hábil para referirse a una persona, seguramente está pensando en que dicha persona hace ciertas cosas mejor que otras personas. Algo se hace hábilmente cuando se realiza con cierta maestría, con gracia, con gallardía según apuntan diversos diccionarios de la lengua española (Alonso, 1975: 545; Ciencias de la Educación, 1990: 713). Pensemos en un jugador de cartas: si decimos que ese jugador de cartas es hábil, es tal vez porque gana en el juego, pero además porque lo hace con cierta elegancia y tal vez porque deja a sus adversarios satisfechos aun cuando hayan perdido la partida.

Hábil viene del adjetivo latín habilis: capaz, diestro, inteligente, idóneo y dispuesto para el manejo de cualquier negocio, ejercicio, oficio o ministerio” (Enciclopedia Universal, 1925: 447), habilidad es además —y esto es importante para los fines de nuestro artículo—, una disposición.

Una habilidad, de acuerdo con Bruner, “no es una ‘teoría’ que informa a la acción. La habilidad es una forma de relacionarse con las cosas” (Bruner, 1997: 171), hace referencia entonces a una capacidad que nos permite estar de un modo en el mundo y frente al mundo y por tanto de resolver las situaciones que dicho mundo nos plantea. Las habilidades, por tanto, remiten a conocimientos del sujeto puestos en acción. De acuerdo con Bruner (1997), un conocimiento se convierte en habilidad “cuando desciende a los hábitos” (Bruner, 1997: 171).

Las habilidades constituyen mediaciones que explican las consistencias que hay entre ejecuciones separadas frente a la realidad.

A partir de esta conceptualización de la habilidad y del recuento de experiencias que les he invitado a hacer, podemos decir que una habilidad se ejercita, se aprende a través de ejecuciones múltiples con sentido para las personas.

La escuela en general debería entonces considerar la búsqueda de sentido de las habilidades y destrezas que intenta desarrollar en los alumnos y centrarse en la aplicabilidad de las destrezas.

- Tenemos todas las escuelas de todos los niveles que replantearnos la evaluación; los preescolares deben desmitificar la evaluación en el sentido de que al niño preescolar no se le evalúa lo que logra, sino el proceso; en las primarias y secundarias hay que cambiar la idea de que una prueba escrita puede darnos razón de lo aprendido, se intenta ahora que el alumno califique, es decir, que muestre en su desempeño, que haga demostraciones prácticas de lo que sabe. Es necesario tener criterios referenciales sobre lo que el alumno debe ser capaz de hacer que ayuden tanto a orientar la enseñanza como a evaluar el aprendizaje.

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